viernes, 9 de diciembre de 2011


Sonó el despertador. Seis de la mañana, me acababa de despertar. Me levanté rápido y fui a bañarme. Rápidamente tomé desayuno y salí para irme deprisa a la universidad. Yo estudiaba medicina, al final de la jornada recordé que era jueves y que tenía que ir a un curso, que había tomado, para hacer manualidades, curso que me gustaba mucho en realidad. 

Llegué al curso unos minutos tarde porque la micro se había demorado en pasar. Para suerte mía la profesora estaba de buena y no se molestó como me lo esperaba. Ella comenzó diciendo:
- Buenos días, hoy haremos ollas para cocinar de greda. Deben tomar mucha atención a las instrucciones que daré a continuación.
Cada uno fue a buscar su porción de greda y esperamos a que la profesora terminara de dar las indicaciones. Cuando todos entendimos lo que debíamos hacer comenzamos a trabajar. Empecé a mojar la greda y a moldearla y vi como iba cambiando su forma y textura. En ese momento, y no se por qué, empecé a reflexionar todo lo que había cambiado en esos últimos 6 meses y además todo lo que había madurado.

El 28 de Mayo mi madre se casó con Manuel; director de la empresa FINTO, y como nunca supe de que se trataba en realidad, no le di mucha importancia, porque lo realmente importante era el choque inevitable entre Manuel y yo. No podía soportar que él tendría reemplazar a mi padre. ¿Qué se creía? Después del accidente que le quitó la vida, me dije que no permitiría a otro hombre acompañando a mi madre. Además él era muy serio, estricto y para mi gusto muy egocéntrico. Yo en cambio, era más despreocupado, un poco irresponsable y de egocéntrico no tenía ni un pelo.

Después de dos meses del matrimonio, mi relación con Manuel no avanzaba y mi madre dándose cuenta e intentando cambiar esto, nos mandó a mí y a Manuel solos a la casa en la playa. Manuel no tuvo otra opción que obedecer ya que no quería arruinar también su relación con mi madre, y yo como buen hijo tenía que guardar mi opinión y permanecer en silencio, sino probablemente sería castigado. No sabía que hacer y al fin y al cabo tuve que obedecer. Me repetí una y otra vez que no podía ser tan malo, pero la verdad era que una semana entera con él no podía tener nada de bueno.

Los primeros días no ocurrió nada; casi no hablamos, pero el tercero fue el día del quiebre. Ese día yo estaba sentado leyendo en una banca al frente de la casa, cuando sin previo aviso él se me acercó. Me dijo que no podíamos seguir así y yo haciéndome el tonto, ya que no quería tener esa conversación, le pregunté a que se refería. Quise pararme y salir corriendo, pero no lo hice. Él comenzó a hablar. Conversamos de lo que nos pasaba y de lo que pensábamos. No sé cuanto duro esa conversación, pero si sé que cambio en forma radical lo que pensaba de él; me explicó todo lo que sentía por mamá y que él no quería entrometerse en mi vida y también me explico lo que hacía y en que consistía su trabajo. Llegué a mi casa sabiendo mucho sobre él. Me dí cuenta de que su vida no había sido nunca muy fácil. Había llevado mucho tiempo buscando una mujer como mi madre y no la había encontrado hasta entonces. También que trabajaba donde trabajaba porque se había esforzado toda su vida por llegar a un puesto así. No se cómo pero sentí que me leyó la mente; me dijo que él no intentaba ser mi padre, que él sabía que nunca se iba a merecer ese puesto y que respetaba que al principio yo lo había ignorado. Dijo también que iba a tratar de ir más despacio para darme tiempo para aceptar a otro hombre en la familia.

- ¡Ignacio! Me llamó la profesora- hemos terminado, debería ir a su casa. Tardé un poco en salir de ese sopor en el que estaba envuelto, no me había dado cuenta de que me había quedado dormido. Miré a la profesora, que seguía con cara de enojo, recogí mis cosas y salí. Un viento frío me despertó. Empecé a pensar sobre lo que estaba reflexionando antes de quedarme dormido y me di cuenta de como había cambiado yo y mi imagen respecto a Manuel. Ahora podía ver con claridad; toda esa seriedad y esa actitud era una mascara de timidez y respeto. Manuel no le quería fallar a mamá ni forzarme a mí a quererlo. Me di cuenta que el uno puede cambiar, aprender y asimilar cosas. Cuando llegué a casa al primero que vi fue a Manuel, mi segundo padre.